lunes, 3 de mayo de 2010

La huida.


Quizás Gatwich nunca pensó que las leyes que el había creado para los habitantes de su pequeño reino, iban a afectarle tan de cerca ...quizás hubiera sido más venévolo
a la hora de crear un decálogo de comportamiento para sus súbditos ...pero la aplicación de sus leyes era para todos por igual, sin excepciones.
Tenía dos hijas, Sarah y Duna. Sarah había sido siempre una hada refugiada en sus quehaceres y en su inspiración poética que evocaba al caer la noche en sus odas cantadas bajo la luz de la luna...expléndida Sarah recitaba aquellas hermosas estrofas que se oian por todo el bosque como una melodiosa canción de cuna.
Mientras Duna se acicalaba detrás de los árboles a la espera de que algún habitante del bosque la sorprendiera e intentara seducirla..era un hada muy segura de si misma pero tenía un pequeño rastro de soberbía que ennegrecia su absoluta y original belleza...la segunda hija del Rey Gatwich pertenecia a la estirpe de hadas que sólo por su belleza dominan inexplicablemente el poder de la admiración.
Una noche cerrada y fría Sarah había recogido los frutos rojos y las bayas y había puesto un tarro de hidromiel en el aposento de su padre...mientras Duna se peinaba sus rojos cabellos y se miraba reflejada en el río gracias a un pequeño rayo de luna que se había colado por entre las oscuras nubes. Sarah permanecía observándola y creyó oir la llegada de su padre cuando resultó ser una sombra que penetraba en la oscuridad del bosque como una luz destelleante y se acercaba sigilosa y segura. Cuando estuvo cerca de ellas extendió su mano y saludó amablemente...las dos desaparecieron tras el árbol Madre y susurraron entre risas que aquel caballero misterioso parecia haberse perdido en la inmensidad del bosque milenario...salieron de las sombras y se acercaron...Sarah reclinó la cabeza y dirigió su mirada hacia él con humildad mientras que Duna, altiva, se acercó invitándole a besar su mano. El misterioso caballero respondió besándola y admirando su belleza preguntó por el camino a Sotherland, la aldea más cercana. Sarah le indicó el camino haciendo gala de sus poderes luminosos que dejaron ver perfectamente el camino en el horizonte. Pero Duna le sugirió acompañarle hasta cerca de la aldea...a lo que Sarah se negó y ante esa negativa Duna aún se creció más en su imprudencia y así fué.
Sarah no pudo hacer nada ante la negativa de su hermana...se había ido con aquel misterioso caballero...había transgredido una de las reglas del Kurtan, el libro sagrado del bosque. Las hadas no podian relacionarse con seres humanos...no podían enamorarse de hombres...y menos la hija del Rey.

Pasaron unas cuantas noches hasta que Duna regresó. Su hermana había callado ante su padre, dándola así por perdida en la inmensidad del bosque y con la esperanza cada noche de encontrarla, Gatwich recorria de un extremo a otro su territorio y mandando a sus elfos guardianes tras las pista de Duna...
Aquella noche Duna volvió´. Gatwich no preguntó solo abrazó a su hija y preparó una fiesta. Duna quisó ocultar por mucho tiempo aquella historia pero a los nueve meses nació Isobel una preciosa niña humana. De su madre solo heredó su belleza ...
Inmediatamente Gatwich desterró a su hija Duna y a su nieta Isobel del reino de la noche ...Sarah quiso ayudar a su hermana dándole unas semillas de ospit para recobrar al padre de su hija.
Después de un tiempo Duna volvió implorando a su padre el rey que la perdonara...la niña había sido entregada a su padre puesto que no podía tener cabida en el mundo de las hadas...Duna había cambiado ya no era la Duna sobervia y altiva ...su padre perdonó pero dijo que permanecería desterrada un tiempo hasta que el hada de la Luz fuera en su rescate...
Illyllon fué e iluminó su camino ... Duna volvió al lado de su padre y de su hermana Sarah y fué destinada al cuidado de los intocables...

No hay comentarios:

Publicar un comentario